Este post saldrá muy alejado de su fecha de
publicación. Mientras lo escribo, domingo 08 de enero de 2017 también habrán
pasado varios días desde que pude ver con mis propios ojos y tener en mis manos
mis partituras publicadas por la casa editorial norteamericana Cayambis Music
Press.
En cualquier país decente bastaría con comprar la
partitura vía internet y esperar algunos días para que el buzón contenga la
obra que has comprado. Pero yo vengo de Venezuela, un país que simplemente
apostó por su destrucción sistemática y que parte de esa destrucción son el
control cambiario y el desmantelamiento del sistema postal. A mis amigos
gringos y europeos les cuesta mucho entender lo del control cambiario, yo
siempre les digo que los dólares sólo se le pueden comprar al estado y que existen
muchas restricciones, por eso la única solución de adquirirlos es a través del
mercado negro. Pero mis amigos gringos y europeos son políticamente correctos y
ampliamente ingenuos y no entienden la problemática o quizás no les interesa
entender si pueden disfrutar de una vida de millonario con un puñado de dólares
en Venezuela. Es por ello que desistí de explicarles eso. En cuanto al
desmontaje del servicio postal lo ven más inaudito. En países como Estados
Unidos y Alemania es una cuestión de honor y de certificación institucional
utilizar el servicio postal. En España, donde viví con mi esposa por casi año y
medio, el servicio postal era uno de los mejores con garantía de 100% en la
entrega y seguridad de tu correo. De hecho, traté de buscar trabajo en Correos
de España porque trabajar en una institución que funcionaba como un engranaje
altamente eficiente debía ser un honor. Realicé la entrevista y me tocó pasar a
la siguiente prueba, esa fue la más difícil: poseer documentos para trabajar en
España y no los tenía porque simplemente poseía un visado estudiantil como
investigador y musicólogo en proceso de la Universidad Complutense de Madrid.
Desde Madrid, y a la par de mis estudios y de la
búsqueda de trabajo, estuve contactando a cualquier cantidad de editores para
ver si se publicaban mi obra. Creo que envié correspondencia a unas quince
casas editoras entre España, Francia y Alemania y me pasó como dice por ahí
Roberto Bolaño, comencé a coleccionar rechazos. Un día, el editor de una
reconocidísima casa editorial y cuyo nombre me reservo, me entrevistó por Skype
y en su perfecto y pulcro inglés me dijo, Luisito, lo que pasa es que tu obra
no interesa a ningún editor en Europa, eres latinoamericano y no eres nadie, no
has ganado concursos internacionales ni te apadrina un Boulez o un Rihm, no gastes más dinero en impresión
de partituras ni en correos certificados, no vale la pena que te des ese mal
trago. Debo confesar que no me dolió, por el contrario, entendí perfectamente
de que se trataba de una ley del mercado, hay que tener un producto, una marca,
un nombre para poderse ofrecer al mercado. Así que desistí de la idea y nos tocó
el regreso a Venezuela. Marzo de 2013, un país arruinado, con el
comandante-supremo-intergaláctico transmutado en otra energía y mi esposa, los
gatos y yo con una depresión a cuestas. Recuerdo que en 2014 cuando ya no
quería escribir más y Venezuela se hundía en ese tiempo perdido que fueron las
guarimbas, di todo por perdido en el ámbito de la creación y fue en esa época
que me contacta la casa editorial Cayambis Music Press quien me piden obras de
mi catálogo las cuales, por cierto, salen en este blog. A Cayambis les gusta y
es así como en febrero de 2014 firmo contrato con esta casa editorial. No solo
publicaron obras antiguas en mi catálogo como compositor sino que además me
encargaron nuevas obras de entre las
cuales le guardo especial cariño a Eremuk
y a la Passacaglia homenaje a
Béla Bartók.
Pero yo vivía en Venezuela y era imposible que me
hicieran llegar las partituras porque desde luego, se iban a perder dentro del
país y segundo yo no podía comprar mis
partituras porque la restricción del control cambiario me hacía eso imposible. Era
un compositor que publicaba y que por culpa de las políticas de mi propio país
no podía tener acceso a comprar mi música. Tuve que mudarme a Gye para poder
tener acceso por primera vez en casi tres años a mis obras. El 04 de enero, lo
recuerdo bien porque esta finamente registrado en Facebook, mi roommate de
entonces, Ana Isabel Villacrés quien por cierto tomó las fotos que adornan esta
entrada, subió a nuestro piso un paquete donde la casa editorial Cayambis Music
Press me hacía llegar mi música impresa. Esto fue uno de los momentos más
felices de mi vida como creador. Para mí fue una gran sorpresa y la vez una gran dicha poder ver mi música con
mis propios ojos.
Sin embargo quiero dejar constancia que existe una
cantidad importante de creadores de Cayambis que son venezolanos y que no han
tenido la oportunidad de tener sus propias obras por la situación de agonía
económica que vive el país. Ójala las cosas cambien algún día, porque ni
siquiera en las bibliotecas de Venezuela, ni en sus conservatorios y mucho
menos en sus universidades quedará registro de la edición de esta música que a
pesar de las circunstancias sigue siendo música venezolana.
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